Olor y memoria
viernes, 24 de febrero de 2017
Method-of-Loci as a Mnemonic Device to Facilitate Access to Self-Affirming Personal Memories for Individuals With Depression
http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/2167702612468111
jueves, 23 de febrero de 2017
del 5/10/15
Olor es inherente a materia, olor no existe si no hay materia que le
transporte, que le contenga. Olor no conoce límites de tiempo o espacio,
puede uno estar sentado a metro y medio de María José Arjona, mientras
ésta toma un café y sentir que se retrocede a tiempos remotos en casas
viejas. Olor sabe ser inoportuno y oportuno, es mensajero de malas y
buenas nuevas, ¿cómo más podría saber uno que dejó la llave del gas
abierta o que la mamá cocina lo que a uno más le gusta? No podría ser
más horrible un olor nauseabundo cuando ya de por sí se ha tenido un mal
día, ni más hermoso el olor a flores cuando lo trae devuelta a uno
desde el mismísimo infierno. Olor, esencia, no me sorprendería que el
alma de las cosas, fuese realmente la más etérea de las cosas tangibles
que les componen. Olor es difícil, rebelde, incontrolable, inimaginable;
de él sólo tenemos las sensaciones que nos produce, que nos deja para
recordarle, porque sinceramente he sabido recordar imágenes, sonidos,
sabores y hasta el tacto ¿pero quién puede traer a memoria un olor
realmente?¿Cómo tomar del brazo a olor?¿cómo hacer que se quede?. Olor
es de todos y de nadie, un poeta caprichoso omnipresente.
Georges Perec - Pensar/ Clasificar
"(...) un esfuerzo para asir algo que pertenece a mi experiencia, no en el nivel de sus reflejos lejanos, sino en el corazón de su emergencia."
Marcel Proust 1871 - 1922 29 (En busca del tiempo perdido- por el camino de swan)
Hacía ya muchos años que no existía para mí de Combray más que el
escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno,
al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que
tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero
luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de
esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen
por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el
triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por
venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un
trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las
miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo
extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me
aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la
vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en
ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia
preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que
era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De
dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que
iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en, mucho, y no
debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba?
¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice
más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es
hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve
claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. El brebaje la
despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir
indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no
sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un
instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración
decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar
con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se
siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país
oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar?
No sólo buscar, crear.
escenario y el drama del momento de acostarme, cuando un día de invierno,
al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que
tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no; pero
luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de
esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen
por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el
triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por
venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un
trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las
miga del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo
extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me
aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la
vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en
ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia
preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que
era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De
dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que
iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en, mucho, y no
debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba?
¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice
más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos. Ya es
hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve
claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí. El brebaje la
despertó, pero no sabe cuál es y lo único que puede hacer es repetir
indefinidamente, pero cada vez con menos intensidad, ese testimonio que no
sé interpretar y que quiero volver a pedirle dentro de un
instante y encontrar intacto a mi disposición para llegar a una aclaración
decisiva. Dejo la taza y me vuelvo hacia mi alma. Ella es la que tiene que dar
con la verdad. ¿Pero cómo? Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se
siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es juntamente el país
oscuro por donde ha de buscar, sin que le sirva para nada su bagaje. ¿Buscar?
No sólo buscar, crear.
martes, 6 de septiembre de 2016
Anicka Yi
An ‘Olfactory Art Installation’ From an MIT-Trained Artist
"In the past, Ms. Yi has used smells to evoke memories of death, divorce, and denial. This time in Basel, she’s now channeling the idea of forgetting, with an exhibition-specific scent called Aliens and Alzheimer’s, brewed in tandem by the artist and perfumer Barnabé Fillion. The smell is infused in a book that holds transcripts of conversations with Ms. Yi on scent, ethnicity, and symbiotic microorganisms as well as essays from contributing authors."
Anicka Yi
(Artist PDF)
Anicka Yi - Loverholic Drama Bean
En wikipedia (look for more)
"In the past, Ms. Yi has used smells to evoke memories of death, divorce, and denial. This time in Basel, she’s now channeling the idea of forgetting, with an exhibition-specific scent called Aliens and Alzheimer’s, brewed in tandem by the artist and perfumer Barnabé Fillion. The smell is infused in a book that holds transcripts of conversations with Ms. Yi on scent, ethnicity, and symbiotic microorganisms as well as essays from contributing authors."
Anicka Yi
(Artist PDF)
Anicka Yi - Loverholic Drama Bean
En wikipedia (look for more)
"Smell me", "Smell you later
"Of the five senses, sight and hearing are privileged in artistic endeavours, with touch, smell and taste often relatively disavowed. “Olfactory art” – art concerned with smell – is currently a relatively minor field."
Olfactory art makes scents – and who nose where it might lead us?
"It’s taking the nude self-portrait to the next level of intimacy, I
wanted to create something completely visceral without any visuals — and
that could only be experienced through the primary, primal senses."(
"I was considering non-traditional ways in which artworks and audience experiences could create potent and celebratory festival memories. Scent and memory have long been known to be intertwined – the olfactory bulb is next to the limbic system, which houses long-term memory and emotion, which is why we can catch a whiff of campfire smoke and be instantly transported back to a childhood camping trip in quite a startling and immediate way."
Smell me
Smell Me Artist Transforms Body Odor Into Olfactory Self-PortraitSmell Me, 2012
Smell you later
Smell You Later Grace Gamage & Olivia O’Donnell and Bill Noonan, curated by Katie Lenanton
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